Wednesday, June 14, 2006

Uvero 01


02


04
He caminado el año. Sus deudores me vuelven frío, inerte. La paz anhelada se enjuga en un juego poco fértil. No me siento bien, mi destino se muestra esquivo y no descubro sus encantos. Estoy desanimado. Cansado de tanto rechazo y fiebre estúpida. Para mí el año ya terminó, empezó en junio y terminó en junio. Un año de mucho esfuerzo y poca recompensa a la vista. Distinto del anterior, más lánguido, más austero en todo sentido.
Estoy harto con lo poco que se conforma la gente y con lo mucho que le gusta mortificarse. Mi color de ojos los desviste y los encuentra frívolos, europeos. Pese a que estoy escribiendo esto, estoy desconcentrado. Las ideas que pensaba volcar en la computadora y que eran tan nítidas en la tarde, cuando caminaba viniendo del supermercado, partieron, se olvidaron de la cita que habíamos pactado.

06
La vida se guardó lentamente. Sobre su regazo evaluó las inesperadas certezas que encabezaba. Es brillante el retorno de tanto misterio. Pero la lentitud de las mentes impagas deshacen las muestras del cariño. Puede su voz entremezclarse en alegres peligros, pero yo no descanso en paz hasta poder verla. La lluvia desenvuelve el anochecer en despellejados gritos de locas. No soporto más lo que no aguanto, y su freno me incomoda. La angustia me regala su dolor aunque no lo quiera y de contrabando lo abandona sobre mi pecho.

10
Era tarde. Yo esperaba a una alumna hacía más de media hora. En mi casa dominaba la calma del invierno gracias al calor de una pequeña estufa, pero afuera la tormenta amedrentaba el paisaje. Cuando había logrado desestimar la ansiedad y olvidar mi rol de maestra sonó el timbre. Era ella, empapada. El pelo era una mancha que ocultaba su cara, y oscurecía parte de su uniforme del colegio. Sus quince años se adivinaban en su rostro y en su manera de disculparse por la tardanza. Qué la lluvia, qué había esperado a ver si paraba a si no se mojaba, y que al final de cuentas como no le quedaba tan lejos del colegio, quince cuadras, se mandó igual. Esta era su tercera clase y faltaba una semana para el bendito final. Le pregunté si no podría haber tomado un colectivo. Me dijo que estaba todo inundado, que la calle era un caos, y que los bondis totalmente llenos no paraban. Le dije que no se preocupara, yo tenía tiempo. Después de secar el charco que dejó el piso, apartar su mochila de mi biblioteca y alcanzarle una toalla para que se secara el pelo, pude darme cuenta fehacientemente que ninguna de sus ropas estaban secas. La camisa que era blanca dejaba transparentar su corpiño y me llamó la atención que se parecía mucho al que yo llevaba puesto. Enseguida busqué una camisa mía, y un pantalón corto de un ex novio mío para que se pusiera cómoda y se cambiara. Entre tímida y desconcertada me lo agradeció. Accedió a cambiarse, no tanto porque estuviera preocupada por su salud sino más bien porque habrá pensado que yo tenía miedo que mojara todo el living con su ropa. La hice pasar a mi habitación, y allí entró pero sin cerrar lapuerta. Me dí cuenta que el pudor no era su fuerte. Luego de sacarse la camisa, comenzó a secarse su torso semidesnudo. Yo la miraba por curiosidad no tenía nada que hacer, estaba aburrida, y el día no daba para mucho. Ella estaba sentada en un banquito frente al espejo de mi cuarto el cual me permitía ver los movimientos que su espalda me negaban. Con mucha suavidad comenzó a pasar la toalla por su abdomen, limpiándose el ombligo. Luego subió y sin sacarse el corpiño metió con sus dedos la toalla y secó sus senos muy lentamente. Como tardaba, me ofrecí a darle un corpiño mío, algo que mucho no me gustaba, pensando que tal vez el suyo estaba tan húmedo que le incomodaba. Qué talle usas ? No, está bien profesora, no se preocupe, me lo saco y me pongo su camisa encima. Su voz había cambiado, no era el tono impetuoso y agitado de cuando había llegado, era más sosegado y tibio. Estaba excitada. Entre el calor de la casa, y sus propias caricias suaves mi alumna se había autoestimulado. Estaba como ida y su rostro se había vuelto más rojizo apartándose del pálido color que traía por la lluvia y el frío. Esa imagen me enterneció y me descolocó. Pese al esmerado esfuerzo que había puesto en secarse, su espalda mojada no había sido tocada por sus manos. Me ofrecí a secársela, a lo que accedió agradecida. Desabroché su corpiño por detrás y quedó colgando. Muy lentamente comencé a desarrollar la operación, y pese a lo poco normal de la situación me sentí muy cómoda. Eso me permitió darme cuenta que era una chica muy bella, su piel me encandilaba, era muy tersa, muy poco porosa, y a poco rato dejé la toalla y comencé a acariciarle la espalda con mis propias manos. No me dijo nada, sólo suspiró como agradecida y se hechó sobre mí. Perpleja solo atiné a abrazarla, su nuca apoyada sobre mi hombro me permitió ver que sus ojos estaban cerrados. En esa posición comencé a acariciarla por las zonas donde ella antes lo había hecho. Cuando estaba a punto de llegar a sus senos su respiración comenzó a cambiar el ritmo pero ella no hizo ningún movimiento. En ese momento me paralicé y susurré en su oído que me parecía que era hermosa. Ella entre susurros y pequeños jadeos me agradeció y tomando mi mano la llevó hacía su pequeño seno.

14
Ella descansaba en la cama. Dormía mientras yo no podía hacerlo. Su cuerpo que hasta hace unas horas intentaba de forma mecánica mentirme ahora desnudo me evitaba con su espalda.
Cuando despertó yo también había podido dormir, y desperté al mismo tiempo que ella. En ese momento la pude abrazar, y al corresponderme pensé que quizás no había sido tan estúpido.

Cuando salimos, la charla se tornó antojadiza. Yo quería estirar el tiempo, dominarlo. Pero la mañana se acercaba al mediodía y el domingo a la semana. La despedí y su ida me la llevó completamente. Nunca más estuvimos cerca, si eso alguna vez ocurrió realmente.